Es común atestiguar situaciones que quisiéramos fueran diferentes, e inclusive imaginamos en nuestra mente cómo serían las cosas si ese mundo hipotético se convirtiera en una realidad. Nos adentramos en nuestros pensamientos visualizando los beneficios que podrían generarse y por un instante, estamos situados al interior de ese nuevo entorno; como si se tratase de una buena campaña de marketing, iniciamos vendiéndonos la forma en que resolveríamos el dolor que nos está aquejando.
Hasta allí parece prometedora la visión y tendemos a pensar que esto sería suficiente motivación para accionar los cambios. Desafortunadamente no es así, y por ello la brecha entre esa intención de cambio y la ejecución de actividades para hacerlas realidad, es más grande de lo que uno pensaría. La ejecución como concepto que se hace realidad, es algo que está presente solamente cuando la convicción es alta y esto ocurre usualmente desde un férreo y claro propósito sumado a una alta dosis de pasión por lo que se está haciendo.
𝗘𝘀 𝗶𝗺𝗽𝗼𝗿𝘁𝗮𝗻𝘁𝗲 𝗰𝗼𝗻𝘀𝘁𝗿𝘂𝗶𝗿 𝗽𝗹𝗮𝗻𝗲𝘀 𝗲𝘀𝘁𝗿𝗮𝘁𝗲́𝗴𝗶𝗰𝗼𝘀 𝗽𝗲𝗿𝗼 𝗲𝘀𝗼 𝗻𝗼 𝗽𝘂𝗲𝗱𝗲 𝗾𝘂𝗲𝗱𝗮𝗿 𝗲𝗻 𝘂𝗻 𝗲𝘃𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗮 𝗳𝗶𝗻𝗮𝗹 𝗱𝗲 𝗮ñ𝗼 𝗱𝗼𝗻𝗱𝗲 𝘀𝗲 𝗵𝗮𝗰𝗲𝗻 𝗲𝗹𝗼𝗰𝘂𝗲𝗻𝘁𝗲𝘀 𝗽𝗿𝗲𝘀𝗲𝗻𝘁𝗮𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀. En realidad ese es solo el primer paso en un camino que debe estar lleno de actividades ejecutadas que vayan acercando a la organización a la consecución de las metas planteadas.
Michael Jordan, consiguió a lo largo de su carrera diversos logros como jugador de baloncesto dentro de los cuales se destacan 6 campeonatos de la NBA y 2 medallas de oro olímpicas. Esto sucedió porque, él no solo imaginaba cómo quería que acabara cada temporada, sino que además de ello, entrenaba de manera disciplinada y lideraba a su equipo para que todos fueran ejecutores durante los 8 meses que esta duraba.
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